Se
vinculan de alguna manera al estructuralismo, y buscan la descripción de
manifestaciones históricas de los géneros y la delineación de unas constantes
en medio de esas manifestaciones.
No parten de esquemas previos de tipos
ideales, como se aprecia en las teorías del formalismo ruso, como la de Boris
TOMACHEVSKI (1925), quien defiende la
imposibilidad de una clasificación lógica y duradera; por ello propone
“adoptar una actitud descriptiva en el
estudio de los géneros; reemplazar la clasificación lógica por una pragmática y
utilitaria que tenga en cuenta sólo la distribución del material dentro de los
marcos definidos. La clasificación de los géneros es compleja: las obras se
distribuyen en vastas clases que, a su vez, se diferencian en tipos y especies”
(“Poética”, en Tzvetan Todorov (ed.), Teoría de la literatura de los
formalistas rusos (Buenos Aires: Signos, 1970).
Así, un género es una abstracción que se
efectúa a partir de una serie de obras que caen dentro de cierto funcionamiento
que se denomina de ese modo:
“Los rasgos de un “género” […[, los
procedimientos que organizan la composición de la obra, son procedimientos
dominantes […], todos los otros procedimientos necesarios a la creación del
conjunto artístico están sometidos a estos. El procedimiento dominante se llama
la dominante. El conjunto de dominantes representa el elemento que autoriza la
formación de un género “ (citado por
Fernando de Toro, Semiótica del teatro: del
texto a la puesta en escena.1987)
Para Tomachevski, existe una gran complejidad
en las clasificaciones, y la única clasificación posible es histórica, que ha
de ser, necesariamente, pragmática y utilitaria:
“Se
crean clases particulares de obras (los géneros) que se caracterizan por una
agrupación de procedimientos alrededor de los procedimientos perceptibles, que llamamos
los rasgos de género” [citado por Dómínguez Caparrós, pág.138]
El análisis puede acabar en una mera
recensión de rasgos individuales.
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